domingo, enero 15, 2006

"Sionismo" y otras lunas

La graciosa ciudad de Tel Aviv fue durante demasiados días un toldo, un parador hecho de frío y lluvia. Los días, entre pitos y flautas (agua, viento, modorra, superpoblación del ambiente de Doron), empezaban a las dos y terminaban, casi con el sol, a las cinco. En esa estrecha franja horaria me encontraba una tarde, saliendo de un mercado, cuando veo un pibe malabareando. Lo que me llamó la atención, en esa esquina increíble (el fin del mercado se conecta con la presencia de un Burger King), no fue tanto la habilidad del flaco con las bolas, que era llamativa, sino la música que sonaba. Era un piano muy suave, muy distinguido, y yo sabía que lo conocía. Sí, era García. Empecé a escanear la discografía para ver de dónde era ese tema que ambientaba la llovizna, y después de sorprenderme llegué a la conclusión de que no era sino "Película sordomuda", la joyita clásica de Influencia. El pibe, obviamente argento a esa altura, se llama Edgar y es de Floresta. Tiene una mirada feliz, que enseña, juguetona. Una chica linda lo invita a tomar café en una hora (hace frío) y él no va. En ese momento me encuentro a Ana, una de las chicas que frecuentan la casa de la calle Artigas; es el primero de tres encuentros casuales en tres días consecutivos, en dos ciudades diferentes.

Jerusalém, ciudad no menos clara que Cochabamba o que Manizales, es, bajo las banderas sionistas, una mezcla de ocupación y destino. Cuando Borges recibió el Cervantes no brilló como era de esperar, pero sobre el final del discurso dijo: "Y quería decirles que estoy muy emocionado de recibir este premio de manos de un rey, porque un rey es alguien que cumple un destino, y eso es algo muy poético, muy hermoso". Con Jerusalém pasa lo mismo. Fue ganada en una guerra hace bastante poco tiempo, con lo cual parece reducida a un botín, y por otro lado está escrito en un libro sagrado (libro que hay que leer, porque parece que habla de todo) que es el lugar donde la vida judía debe realizarse. Habría que ver si la instancia poética es elevada, superior, o si es un sidestep, una evasión. Ahí está, creo, la clave para juzgar al rey y a la presencia hebrea en esta parte del mundo.
Todo bien con Barcelona y Tel Aviv, pero lo mío es Madrid y Jerusalém. La pasé bárbaro recorriendo una y otra vez la ciudad amurallada. Cuando uno va llegando desde afuera de repente la ve ahí, ve las piedras, y con muy poca imaginación el viaje se remonta a cualquier año de los del calendario. Dormí dos noches. La primera en la casa de un desconocido, vía el Hospitality Club. Me llevó a una fiesta bastante descontrolada (gente bajoneando humus) en la que de repente me vi solo. El flaco se había ido y fue bastante desesperante tener que volver bajo la lluvia, sin saber si iba a lograr entrar. Lo logré. La segunda noche dormí en un hostel (en el lobby me di cuenta de que me encanta ver la BBC o la CNN en Medio Oriente, en inglés) que tenía una terraza muy buena y café gratis. La combinación sale sola. Me cansé de juntar panoramas y reunirlos con esa misteriosa palabra que cifran las letras de Jerusalém.

La kipá me empezó a gustar, no estéticamente sino como muestra del reconocimiento de un orden (por supuesto, divino). En el cotel, y antes de que me ofreciesen comida, tefilim o techo, se dio varias veces el siguiente diálogo (atención a la segunda pregunta):
-Are you jewish?
-Yes.
-Is your mother jewish?
En la Puerta de Damasco presencié una vez más la turba musulmana (o era hindú?) que se postula en "El hombre en el umbral" (El aleph). Al cruzar la Puerta propiamente dicha salí a Jerusalém Este y en un cartel, como de ruta, vi escrito "Ramallah". Oh yeah. En esas zonas de mayoría árabe es muy violenta la presencia de policía y soldados israelíes. Debe ser mucho el odio que generan. Y al mismo tiempo la palabra "seguridad", que en casi siempre es usada mal por bobos y fachos (siempre el miedo fue tonto...), acá es de un tranco imponente. La cantidad de soldados es impresionante, y que te revisen para entrar a una estación o un shopping es impresionante. Ahí te das cuenta de que hay una guerra, pero en serio. No me puse las pilas para pasar a Cisjordania (West Bank), pero unos amigos lo hicieron y me dijeron que los controles son de ciencia ficción: puertas, cámaras, y después de cinco puertas y cinco cámaras, un soldado. Lo máximo que yo hice al respecto fue caminar y caminar hasta que me quedé muy solo y apareció ante mí el muro que divide Israel de los territorios palestinos. Fue loco, y, o paranoiqueé, o escuché unos disparos.
Almorcé con una filipina que estuvo trabajando en Arabia Saudita y me contó que a su hermano lo violaron ocho tipos en Ryad porque era bastante blanco y no llevaba bigotes. Me lo contó como si nada. Y después me tradujo al tagalog un mail para mi abuela, que también es filipina.
Volví a Tel Aviv, ya pensando en volar a Barcelona. Fui a una agencia de gente de Uzbekistán y el poster del mundo que tenían era glorioso. Vieron, por ejemplo, cuando KLM muestra cuáles son los trayectos que cubre, y Amsterdam es el centro del mundo, el punto del que salen miles de líneas? Bueno, el centro del mundo para esta gente era Tashkent. Todo salía y volvía a Tashkent. Obviamente no compré mi pasaje ahí, y me dirigí a algo más occidental. Le pedí a la mina para el 17, no tenía, para el 18, no tenía, para el 19... Este jueves 19 vuel(v)o a Barcelona. Llevo alguna mercadería para ubicar en el mercado euro-peo. Y algo loco: yo me fui de ahí el nueve de abril del 2003. Son treinta y seis meses, menos tres (abril-enero), treintaitrés. Más diez días... Mil (sin contar veintinueves y esas cosas).
Me imagino el jueves en Barcelona. Ya sé qué voy a hacer y a quiénes voy a ver esa misma noche. También sé qué calles voy a caminar, y más o menos qué clima va a haber. Y sin embargo en este momento esa noche se me figura como la más imprevisible de mi vida.
Para despedirme, les cuento lo que me pasó ayer, boludeando en Internet. Busco en Google el nombre de este blog, esperando que salga mucho de Charly García y algo de esta página. Primer link que me tira: Interzona Editora. Abro los ojos bien grandes y clickeo. Resulta que los muchachos de Interzona, no sé cómo, llegaron a este blog, leyeron "Crítica Rejtman" y lo consideraron una crítica del ámbito de la prensa. Copy, paste, yo ni enterado, y ahí estoy. Fue lindo, loco. En principio yo lo había escrito para llevarlo a un diario, y parece que de alguna forma encontró su destino.

Desde Jerusalém estoy más de viaje, gastando más, más abierto al desamparo y no tan mojado. El Quijote de 1615 no me logra interesar y hoy atardecimos con Mati en el Mediterráneo. Pronto lo haré del otro lado. Del lado de los otros infieles, no los judíos, sino los que le borraron la luna a España.
Extranjería No
Rambla pa´ allá Sí.

ale

viernes, enero 06, 2006

Lejos en Tel Aviv

Supongamos que el viaje no empezó el día antes de salir, despidiendo a mi vieja y escuchando un disco muy querido, bicicleta mediante, por el corredor Palermo-Belgrano.
Entonces empezó al subir al avión y escuchar el acento de las azafatas de Iberia. Ese momento clave en el que un continente se hace presente. Los pibes de BRIA (la organización que me mandó) estuvieron medio descontrolados, y las azafatas malhumoradas con razón, pero aún así yo estuve con la mejor onda hacia ellas, pues las quise.
Luego caímos, como quien no quiere, en Madrid. Eran las cuatro y media de la mañana, y la metafísica era evidente. Para mí España es algo que está más allá, y de repente leer "Barajas"... Bajamos del avión y teníamos dos horitas. Decidí decidir que Eva tenía el mismo celular que hace tres años y que prefería la sorpresa a seguir durmiendo. Conseguí un euro y medio y llamé. Sonó un rato largo y corté con culpa. Volví a llamar y, después de otro rato, "hola??". Fue muy lindo.
En plena euforia vislumbré una guitarra: en la madrugada del 27 de diciembre fueron tocadas en Madrid "La Verónica", "Las oportunidades" y "El cantante" (esta última, inolvidable, con la ayuda de dos vándalos de otro grupo, que se sabían todos los recovecos de la canción). Al rato, ya sin entender nada, me acerqué a un kiosquito en el que vendían libros. Empecé a tocar los de Anagrama con una sensación de inexorable felicidad. También estaba la amiga Tusquets, los De Bolsillo, y algunos otros... Había una biografía de Joyce, de Richard Ellmann, Compacto de Anagrama de un grosor descomunal, a seis euros con cincuenta.
Después de sentarme en la ventanilla del segundo avión, me enteré de que había otra escala en Barcelona. Empecé, obviamente, a preparar el repertorio (walkman) que me acompañaría en el singularísimo momento de sobrevolar aquella ciudad. Cuando el momento llegó, atravesamos las nubes, vi el mar, vi la costa, vi todo donde debía estar, pero tardé un poco en darme cuenta de que Barcelona ya había pasado y estábamos bajando en El Prat. De todas formas, pisé y en otro acto de fe llamé a un viejo amigo a un teléfono posiblemente anacrónico. Atendió. Para mí era como volver, llamar, y que todo siga igual, la gente atendiendo los teléfonos... Muy parecido a otra recorrida que alguna vez hicimos con Maayan, exactamente opuesta. Debo admitir que en esas horitas de pseudolocura escuché "Carabelas de la nada".
Luego vino el, en sentido estricto, y esto en sentido literal, viaje-BRIA. En Tel Aviv me gustó la abundante luz de la ciudad en la noche. En Jerusalém pensé en la versión de "Virgen de riña" que ejecutaron Ica y Satur la última noche allá. También vi minaretes flasheros. Me enteré de que en Janucá las velas tienen que ser visibles a los otros, para compartir la luz. Un yanqui me quiso poner los tefilim en el Muro de los Lamentos, y me habló con un acento y una tranquilidad que hacía viajar. Entre la gente de BRIA se dijeron plegarias para los muertos y los enfermos, y la gente levantaba la mano y decía nombres. Miré una chica y luego vi que le colgaba un fusil. Escuché argentinas que hablaban de la ortodoxia religiosa con el horizonte de la drogadicción. Un vándalo habló en un museo de "socialismo darwinista". Estuvimos también en el Mediterráneo (como diría Jorge: reflejaba luz romana, que refleja luz griega) y mirando la pradera siria.
El grupo estuvo bueno, pero no es lo mío. Conocí gente copada, con la que me veré alguna vez en Buenos Aires, pero no me integré a la vórágine de las fiestas, las bebidas, etc. De todas formas, hubo buena onda, marco y contención. Se pareció mucho a un sueño, no por la idea romántica de la palabra, sino por cómo se impuso como realidad total y duradera.
Israel es una masa y es simple. La alianza entre los viejos judíos ricos y los jovenes judíos fluye como el agua de un río. Ellos quieren que el país se fortalezca, que el pueblo judío construya su vida acá, y nosotros vemos con mucho interés un lugar que ofrece una mezcla muy copada de oriente y occidente y, como si fuera poco, de primer mundo.
Yo podría vivir un tiempo en Israel en base a un equívoco fundante: (en realidad no es un equívoco, sino una lectura subjetiva que quizás no es la general) me interesa mucho algo que escapa a la propuesta (error evidente, ya que la propuesta es Israel en su conjunto). Un Estado judío utópico y cerrado no suena tan bien, pero este Israel es el paroxismo de la cultura híbrida. La tierra guarda otro recuerdo (como Mataderos y el campo) y el capitalismo, además de un sistema, es un cartón pintado, una puesta en escena de las posibilidades del exotismo.
El viaje iba terminando, y lo llamé a Doron. "Shalom?".
Y aquí estoy ahora, en la casa de Doron, en Kerem Hatemanim, Tel Aviv. El barrio, que se traduciría "viñedos de los yemenitas", es de un rigor borgeano estricto. Doron me hizo sentir el tiempo y tiene la buena onda se siempre. También estoy mucho con la germana Sime, la ex de Doron.
(Cada uno aprendió la lengua del otro).
Estoy más contento desde que llegué acá, esta tarde. Mucho más relajado, mucho más acompañado, mucho más personal todo. Las caminatas prometen ser reveladoras.

Laila tov, piensa en ustedes,

ale


Posdata para los shómricos: estaba charlando con una soldado (lo único para hacer acá es chamuyar soldados) y me dice que vive en una "community". Le pregunto "kibbutz?" y me dice que no. De repente siento las noches de Perón y Bulnes y me le animo: "moshab?" y de nuevo me dice que no. Entonces decido arriesgar mi vida y le digo "kehila?". Y sí, Nova vive en una kehilá.