jueves, mayo 03, 2007

«B-ode y Evelyn»

«B-ode y Evelyn», la segunda canción de Tercer mundo, es una de las piezas de felicidad más luminosas con las que Buenos Aires se puede aparear y embellecer. ¿Definir es esterilizar, Walter?
Empecemos por el principio, por el medio y por el final: son apertura, medio y fin los momentos instrumentales en los que la leyenda se abre, infla y cierra. ¿“Leyenda”? Sí, «B-ode y Evelyn» pertenece a la serie del Páez Fabulesco, del Páez Milyunanochesco, el mejor Páez, autor de, además de «B-ode y Evelyn», «Sasha, Sissí y el círculo de baba», «Cacería», y, en términos menos orientales, menos animales y más humanos, más mediterráneos o porteños, «La verónica», «Balada de Donna Helena» y «Ámbar violeta».
La canción se abre como una leyenda: arpas griegas y latinas, piano de Caballito y el mito de Sísifo en una plaza de barrio. El sol reverbera en el pelaje de los perros [corrección porteña: son gatos], que inician una odisea de calenturas y dueños, de repentinas observaciones, de monstruos humanos. Luego la voz de Fabiana Cantilo, increíble, un milagro de interpretación y grabación, y el medio: un espacio de cuerdas que narra, infla, ilumina y no empalaga. Y Pompeya, y la luna que no vuelve a salir jamás. En este punto se impone una reflexión: las dos canciones que mejor graban Pompeya lo hacen en términos muy explícitos de luna y sol (“La Perito está desierta y la luna que se posado sobre los techos de Pompeya… La Perito sigue desierta y el sol que hace invisible a la luna de Pompeya”). Y el final, el final genial, la luna que no vuelve a salir y la instrumentación libérrima y creativa, narrativa, cool (pero cool bien, “cool afirmado”), suave y fuerte, de los días de sol. Las arpas finales, que se alejan y cierran la por eso mismo indudable estructura legendaria, no hacen más que confirmar esto que siento y luego escribo en la habitación veinte del alojamiento “El Carretero”, en la ciudad de La Paz, a tres mil seiscientos metros de altura, en la mañana del segundo día de febrero, durante el séptimo año del tercer milenio.