miércoles, marzo 14, 2007

El artista, la ciudad y el universo

En la parada del 160 yo no estaba solo. Éramos veinte, y a los cinco minutos treinta. Todos lindos, todas lindas, todos bien vestidos para ir a ver a Gustavo Cerati. Cualquier persona mayor de veintiún años de edad podía darse cuenta de que el sistema estaba colapsado y de que ningún colectivo que fuese rumbo a la avenida Alcorta iba a abrir sus puertas. Entonces barajé la opción antes descartada: subte, línea D, y caminar bastante. Rumbo a la estación pasé por otra parada y conté unas sesenta personas. Un 160 pasó y, claro, venía hasta las manos y no paró.
Esa imagen de una ciudad colapsada (en el aire la situación era la misma: la red de celulares estaba sobrecargada) fue para mí el momento más alto del sábado en que Cerati finalmente cantó con Spinetta: una instantánea de las costumbres sociales y de la influencia de la poesía, que obturó las líneas de colectivos y llenó un subte que en la estación José Hernández parecía un desfile de moda.
Es más que evidente que Cerati flashea con Buenos Aires. Días antes del concierto, al recibir un reconocimiento del Gobierno de la Ciudad, había dicho que para él era realmente una alegría recibir una mención proveniente, de alguna manera, del lugar en el que eligió vivir y que lo inspira. Ese reconocimiento seguramente no será tan significativo para los lectores porteños de este texto, pero quizás sí lo sea la imagen antes descripta: ver los ritmos de la ciudad alterados por el artista.
Del concierto quizás no haya mucho para decir: estuvo bueno y lo disfruté. Lamentablemente estaba lejos y hablando por celular cuando empezó «Avenida Alcorta» (Cerati dijo: “este tema no estaba en la lista, pero un amigo me dijo ´¿Cómo nos vas a tocar «Avenida Alcorta»?´”) pero el comentario de Cerati me hace sentir satisfecho. Yo podría ser amigo de Cerati. Cuando subió LAS las cosas llegaron a un nivel interesante. Después de varias ocasiones de no pasarle cabida (se sabe que en 2001, en Mendoza, compartieron una fecha y Gustavo le rogó tocar juntos), Spinetta accedió y cantó, para delicia del millar de personas que ahí estaban, «Té para tres» y «Bajan». Ese momento quedará en la memoria.
Una última cosa que quería decir: una vez, hablando con una persona, comentábamos que la práctica conjunta de la sexualidad y la marihuana era “dar una vuelta por el universo”. La expresión, tan metafórica y tan exacta, era, sin quererlo, una cita a Cerati. Y, aquí va un poco de ideología estética, no solamente una cita: en general, la obra de Cerati (por lo menos del Cerati solista) puede leerse como una inmensa paráfrasis de esa situación. Me parece que un porcentaje importante de sus canciones refieren esa sensibilidad.
La noche del recital, después de todo, comiendo en Barrancas de Belgrano, un amigo me comenta que hay un tema de hace muchos años que se llama «Vuelta por el universo». Yo eso lo sabía, pero lo que no sabía era que la canción se refería a la situación que yo me había imaginado (y vivido) gracias a ese título. Lo mismo podría decir de las siguientes líneas, tan enigmáticas y sin sentido durante años, que cayeron como fichas bajo la luna de Núñez:

Desordené
átomos tuyos
para hacerte

aparecer.