lunes, diciembre 04, 2006

Pero con otro título

Estoy en Constitución, en un bar gigante, supongo que parecido a lo que fue “La Perla del Once”, cantando «Rosemary». ¿Cómo puede ser que exista una canción tan buena?

Yo sé Rosemary
que tú Rosemary
aún no eres mujer
Yo sé Rosemary
que al fin Rosemary
tu amor ha de nacer
Yo sé Rosemary
que al fin Rosemary
a mí te entregarás
Igual que una flor se entrega...
Al llegar la primavera Rosemary
tu amor todo mío será
Al llegar la primavera Rosemary
tu amor todo mío será
Quizá Rosemary
en ti Rosemary
exista una ilusión
Quizás Rosemary
en mí Rosemary
exista otra ilusión
Yo sé Rosemary
que al fin Rosemary
todo ha de salir bien
Igual que en esos cuentos en que...
Al llegar la primavera Rosemary
tu amor todo mío será
Al llegar la primavera Rosemary
tu amor todo mío será


Estuve escuchando El palacio de las flores, el disco que hicieron entre Andrés y Litto. No es muy bueno, y es posible que sea malo. La única posibilidad de salvación que le veo es que, a través de las sucesivas y repetidas escuchas, se me revele como un disco de género. ¿Que qué género sería ése? Muy simple: el género Nebbia (que guarda ciertas equivalencias con el género Subiela en cine).
Es curioso lo de Litto: el tiempo pasa y él (aunque estoy convencido de que, como persona, la vida le chorrea por las orejas) no se mueve de su estilo. Litto sigue con sus teclados, su batería, su forma de ambientar... El palacio de las flores es un paso más (aunque la imagen más adecuada, superior a la que supone la idea de “paso”, es la de la cinta para correr, que nos deja en el mismo lugar) en esta constante perfección de lo ingenuo, en esa verdadera técnica de lo naif que roza lo surrealista. Pero El palacio de las flores tiene una visibilidad mucho mayor a todo lo que hizo Litto en varias décadas.
Hace cuarenta años que nuestro compositor saca discos. En cuatro décadas escribió, por lo menos, cuatro canciones inolvidables y conmovedoras: «Rosemary», «Sólo se trata de vivir», «Si no son más de las tres» y «Nueva zamba para mi tierra». Yo a Litto no lo escuché casi nada, pero ese casi nada ya son estas cuatro canciones. «Nueva zamba para mi tierra» la escuché una sola vez, en vivo con Calamaro, y me bastó.
Estoy frente a la Plaza Constitución, en una confitería (esa era la palabra) llamada “La Central”. Tenía pensado irme al carajo, al campo, a Gándara, pero mis nociones acerca de los horarios del tren eran erróneas. Quería caminar en la llanura (pero hace mucho calor) y vivir la situación de la pensión. Quería, pero íntimamente sé que no iba salir tan bien, empezar The Buenos Aires Affair y pispear Sexo y traición en Roberto Arlt. Quería, en fin, alejarme un poco y ver todo desde afuera (“A la alternativa: ¿o conciencia o estructura?, hay que contestar, pienso, optando por la estructura”, Masotta). Pero sigo en la ciudad y este aire acondicionado me está matando, me estoy enfermando, pero ya no lo veo como un destino. La única idea de destino que quiero ver es la de «Rosemary».