lunes, noviembre 06, 2006

Bazterrica

Para remontar el camino de mi admiración por Gustavo Bazterrica deberíamos retrotraernos a 1996, a una casa de la calle Aguilar, en la que con Javi escuchábamos a Calamaro todo el tiempo: Palabras más, palabras menos, Hasta luego (sobre todo) y Calamaro completo, que traía «Cartas sin marcar». En esa casa, una tarde, vi un disco de Los Abuelos de la Nada titulado, justamente, Los Abuelos de la Nada. Me acuerdo de la repulsión que sentí, similar a la que en esa época sentía por lo nacional ochentoso: así como prefería Hasta luego a Los Abuelos, prefería el Unplugged de Charly a Piano Bar y disfrutaba más escuchando «El jardín donde vuelan los mares» que con todo Ciudad de pobres corazones.
El siguiente capítulo es bastante más reciente: cuando en 2004 me fui a vivir solo, en la confusión de la mudanza volví a encontrarme con ese disco y, como irme a vivir solo era básicamente ir a escuchar discos y a entablar nuevas relaciones con ellos (en la casa de mi viejo yo no tenía pieza propia, por ejemplo) decidí llevármelo; o sea, robármelo. Lo nacional ochentoso ya no me parecía repelente sino más bien lo contrario, atractivo.
Ese disco, Los Abuelos de la Nada, fue uno de los grandes aciertos de mi nueva vida. Tiene toda la magia que se suele asociar con Los Abuelos pero no sólo eso: fue producido por Charly García, y se nota. Mi analfabetismo musical es casi total, pero en el sonido de ese disco está claro que hay algo demasiado fino, demasiado pensado, en la mejor tradición del rock argentino. Pienso en todo el disco pero, puntualmente, en la parte instrumental de «Te vas rica».
Con Los Abuelos de la Nada y Bazterrica me pasó algo que sólo me había pasado con Hijos del culo y Juan Subirá. Hablo de escuchar un disco y señalar un par de temas como los mejores, de sentir algo particular hacia esos temas, y después, con la información del disco a mano, enterarme de que todos los temas que uno había elegido fueron compuestos por la misma persona, que además sólo firma esos temas, y que no es la más importante de la banda. En el caso de Hijos del culo, «Desconexión sideral» es la narración perfecta (pero no perfecta-estándar) de una historia de amor triste, y «Negra murguera» es, más que una canción, una composición maravillosa, irrepetible, amplia y orgánica, conciente y creativa, que se acerca y se aleja de su objeto con una técnica pasmosa y que en ese vaivén único, carnavalesco, se zarpa. En el caso de Los Abuelos de la Nada, Bazterrica firma «Cómo debo andar», «Creo que es un sueño más» y, con Miguel Abuelo, «Te vas rica». Son tres temas en los que es posible ver algo en común.
La foto que hace de tapa del disco muestra las caras de los Abuelos: está Abuelo (es curioso que las locas del rock nacional siempre tengan apellidos obreros –Peralta, Rodríguez- y los cambien por otros más estilizados), está Calamaro, está Bazterrica. La cara de Bazterrica es de las que me gustan: mucho hueso, estructura ósea desplegada y soberbia vaga de rocanrol (mirada desenfocada).
Para mí, como para todos, Los Abuelos son un continente perdido. Y Bazterrica es uno de los nobles de ese continente perdido y fiestero: sus canciones, su breve poética puesta en esos tres temas, su cara de la tapa, alguna foto que vi de él tocando en vivo.

Estaba en el trabajo, leyendo el Página/12, y al lado de una nota sobre Cachorro López y su éxito como productor (“Yo no busco un franchising de sonido”) había una nota, más chica, a Gustavo Bazterrica. Como yo ni sabía si estaba vivo o en qué andaba, me puse a leer. Lo imaginable: el tipo estuvo tirado los últimos veinte años y el periodista decía que estaba medio mal. O sea, daba a entender que el tipo, más o menos, no se puede mantener en pie. También me informé de su pasado lejano: lo echó García de La Máquina de Hacer Pájaros porque era demasiado tranquilo, y lo echaron de Los Abuelos en 1985 porque era un descontrolado. El copete de la nota era: “Actúa hoy en el Bar ´Urbano´”.
Llegué al Bar ´Urbano´ a las once de la noche. El Bar ´Urbano´ es un lugar bastante choto, similar a los que me ven tocar, en mi barrio de la infancia y adolescencia: Lacroze y Álvarez Thomas. “¿Hay un recital acá?”. “Sí. Toca Bazterrica”. Crucé, me comí una porción de napolitana y volví a la media hora listo para acceder a la figura platónica de un Abuelo de la Nada. Le entrego a la chica de la entrada los diez pesos y la entrada es un papelito que dice “Gustavo Bazterrica, 18/10… Clases de Guitarra”.
“Es un mito, es un mito”: el tipo de al lado, mi vecino de flash, está emocionado. Uruguayo, concordamos. Jamás lo lograré se llama el próximo disco de quien ahora toca «Sin gamulán» e «Ir a más». Un bajista hace la base desde una silla, mezclado entre el público. Por público imagínese quince personas, que en general parecen conocerlo al Vasco. Se ríen de todos los chistes, por malos que sean. La noche avanza y una rubia muy rockera vuelve del baño justo en «Guindilla ardiente» y se contorsiona toda durante dos segundos. Mis espasmos duran lo que tardo en saber que esa rubia es La Vasquita, la hija de Bazterrica: Lady Bazterrica. (Hace un año conocí en un CGP a la hija de Daffunchio, el de Las Pelotas, y me animo a afirmar que el rock –como energía de vida, no como reviente- es algo dinástico, acumulativo). Algunos hacen palmas, Lady Bazterrica se acerca a su padre y le da un besazo en la mejilla. Intermedio. Suena La Máquina de Hacer Pájaros, otro grupo del que esta noche tenemos una parte. Me acuerdo de marzo de este año, cuando en Corrientes vi que tocaba Pajarito Zaguri, otra leyenda. Salgo a la calle: todos se fuman un pucho, Lady Bazterrica lo hace dándole la espalda a El Teatro de Colegiales, el uruguayo amigo me habla y me habla, y su gente se mete en un autito a quemar. El tiempo pasa y volvemos a entrar. Andrés Calamaro, parece, ya no vendrá. Bazterrica dice “ya no tengo cuerdas vocales, ahora son locas vocales”. Canta «Tristeza de la ciudad». “Yo lastimé mucho a una persona que está acá… Que soy yo”. Brindamos por él (yo no tomo, pero acompaño). No todos pueden ser Calamaro, pienso. Por cada Andrés tenemos varios de estos perdidos eléctricos. Toca un tema de La Máquina pero ya es bastante tarde y al día siguiente hay que trabajar.