El efecto You Tube
Siempre me gustó que la gigantesca enumeración de «Me gustas tú» empiece con “los aviones”. “Me gustan los aviones”, arranca Manu Chao, y esos aviones son lo que permite el verdadero aleph que viene después.
Sin poderme tomar tantos aviones como Manu Chao, vengo experimentando algo nuevo gracias a You Tube. Como todos saben, estoy bastante al palo con Babasónicos. Pero, aunque en algunos momentos de debilidad me ensaño con la figura de Adrián, lo que me interesa de Babasónicos no es tanto su música ni su imagen, sino el lugar que ocupan música e imagen babasónicas en el contexto de la cultura. Siguiendo la vieja fórmula, no qué son los Babasónicos sino cómo funcionan: qué reacciones generan, etcétera.
También me interesa la figura de Adrián como síntesis del intelectual y del ganador. Y como prototipo de la estrella de rock muy consciente de su lugar. Adrián vendía pepas en Pinar de Rocha, un boliche de Ramos Mejía, y ese dato basta, para mí, como contraseña de identidad. Además, no sé por qué, me parece que Adrián de viaje, de gira, debe vivir los flashes geográficos. No es lo mismo Adrián llegando al D.F. que Toti de los Pordioseros o el primer equipo de San Lorenzo para jugar el último partido de la Libertadores cuando ya están eliminados en primera ronda. No. Adrián, supongo, forma parte de ese pequeño grupo de personas que viajan mucho y que la flashean. Pero dejemos atrás el momento de debilidad.
En “el contexto de la cultura”, Babasónicos conquistó América. México, Venezuela, Resistencia, Bogotá, rendidas. Lo particular del asunto es lo que pasa con You Tube. Yo entro a You Tube y tipeo “Babasonicos” (sin tilde se encuentran muchas más cosas: 186 contra 27). Se me aparecen varias páginas con videos. Lo veo a Adrián cantando «Putita» en Los Angeles, «Yegua» en Zaragoza, «Risa» en Puebla, «Puesto» en Barcelona, «Rubí» en Mendoza, «Valle de Valium» en Chile, «Curtis» en el Club Ciudad, «Camarín» en el Luna Park, «Montañas de agua» en Mallorca, «Carismático» en MTV, «Pendejo» en el DF, «El colmo» en La Plata, etcétera, etcétera.
Ayer empecé una colección: recorté de una National Geographic una foto panorámica de Bucarest. Eso es lo que más me gusta en el mundo: el panorama. Pero no estoy muy convencido de que haya que cumplir los propios sueños. Creo que hay que “darle espacio a mi deseo” pero no cumplir los sueños. Los sueños, bien lo decía Berugo, sueños son. Por eso no pienso ir a dar vueltas por el mundo. Me quedo en la biblioteca. Tengo a mi disposición muchísimos libros. Tengo unas ventanas con buena luz. Tengo a You Tube. Y los fines de semana salgo y si la buena suerte hace que toquen los Babasónicos, voy a verlos y me meto en mi sueño de costado.
Sin poderme tomar tantos aviones como Manu Chao, vengo experimentando algo nuevo gracias a You Tube. Como todos saben, estoy bastante al palo con Babasónicos. Pero, aunque en algunos momentos de debilidad me ensaño con la figura de Adrián, lo que me interesa de Babasónicos no es tanto su música ni su imagen, sino el lugar que ocupan música e imagen babasónicas en el contexto de la cultura. Siguiendo la vieja fórmula, no qué son los Babasónicos sino cómo funcionan: qué reacciones generan, etcétera.
También me interesa la figura de Adrián como síntesis del intelectual y del ganador. Y como prototipo de la estrella de rock muy consciente de su lugar. Adrián vendía pepas en Pinar de Rocha, un boliche de Ramos Mejía, y ese dato basta, para mí, como contraseña de identidad. Además, no sé por qué, me parece que Adrián de viaje, de gira, debe vivir los flashes geográficos. No es lo mismo Adrián llegando al D.F. que Toti de los Pordioseros o el primer equipo de San Lorenzo para jugar el último partido de la Libertadores cuando ya están eliminados en primera ronda. No. Adrián, supongo, forma parte de ese pequeño grupo de personas que viajan mucho y que la flashean. Pero dejemos atrás el momento de debilidad.
En “el contexto de la cultura”, Babasónicos conquistó América. México, Venezuela, Resistencia, Bogotá, rendidas. Lo particular del asunto es lo que pasa con You Tube. Yo entro a You Tube y tipeo “Babasonicos” (sin tilde se encuentran muchas más cosas: 186 contra 27). Se me aparecen varias páginas con videos. Lo veo a Adrián cantando «Putita» en Los Angeles, «Yegua» en Zaragoza, «Risa» en Puebla, «Puesto» en Barcelona, «Rubí» en Mendoza, «Valle de Valium» en Chile, «Curtis» en el Club Ciudad, «Camarín» en el Luna Park, «Montañas de agua» en Mallorca, «Carismático» en MTV, «Pendejo» en el DF, «El colmo» en La Plata, etcétera, etcétera.
Ayer empecé una colección: recorté de una National Geographic una foto panorámica de Bucarest. Eso es lo que más me gusta en el mundo: el panorama. Pero no estoy muy convencido de que haya que cumplir los propios sueños. Creo que hay que “darle espacio a mi deseo” pero no cumplir los sueños. Los sueños, bien lo decía Berugo, sueños son. Por eso no pienso ir a dar vueltas por el mundo. Me quedo en la biblioteca. Tengo a mi disposición muchísimos libros. Tengo unas ventanas con buena luz. Tengo a You Tube. Y los fines de semana salgo y si la buena suerte hace que toquen los Babasónicos, voy a verlos y me meto en mi sueño de costado.