lunes, octubre 30, 2006

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Me permitiría aquí dudar severamente del criterio con el que los maestros y profesores valoran a los alumnos de la escuela primaria y hasta el tercer año de la secundaria. La crítica tiene la forma de una duda, como he dicho. Está motivada en una supuesta sobrevaloración por ciertas intervenciones de ciertos alumnos. Me explicaré.
Reconozco que una intervención como la siguiente estimula al docente: en una muestra sobre Borges, al hablar yo de cierta idea borgeana acerca de la invariabilidad de los hombres, un alumno levanta la mano y dice que pero entonces todos los seres humanos serían iguales, y no habría por lo tanto dicotomías. No pronunció la palabra “dicotomías” pero se refirió a Platón y Aristóteles.
Entusiasmado, el docente retoma el par griego y afina la idea borgeana: no es que los hombres se repiten, sino que las discusiones persisten y las ideas son las verdaderas contrincantes. La visita guiada por la muestra continúa.
Recuerda el docente, súbitamente, un momento de cuarto o quinto grado (1990, 1991). Se hablaba de la parodia y del contexto. El futuro docente, en un momento de trabajo grupal, pronuncia algo obvio para él: para entender la parodia hay que conocer el contexto, hay que estar en tema. De lo contrario, el gesto pasa desapercibido.
La maestra se ilumina, o finge iluminarse, y apunta al futuro docente. “¡Sí!”. La maestra parece un tanto impactada, o por lo menos sorprendida. El alumno, el futuro docente, piensa que su idea es bastante obvia. Que está, en fin, a mano de todos los alumnos, de todos los hombres.
Años después, a los pocos meses de iniciar su educación sentimental europea, el futuro docente viaja entre Barcelona y Avignon. En el asiento de al lado, un hombre se abstrae mirando la ruta y escuchando música. El autobús atraviesa el vacío de una llanura nublada. El hombre resulta ser colombiano. La música resulta ser Comfort y música para volar. El futuro docente se intriga por un disco que siempre estuvo en su tierra y que nunca escuchó. En vez de abstraerse, el futuro docente busca las canciones que ya conoce, las que sonaban en las radios de su tierra. Escucha «Un misil en mi placard» y «Té para tres». En el medio de «Té para tres», después de las palabras “no hay nada mejor, no hay nada mejor, que casa”, reconoce una melodía que pertenece a «Cementerio Club», un tema que Spinetta grabó en 1973. Es su primer gran momento en Francia. El colombiano, consultado, dice no reconocer el hommage ni ninguno de sus atributos.