jueves, diciembre 15, 2005

Crítica Rejtman

Literatura y otros cuentos
Martín Rejtman
128 páginas
Interzona


El cine es algo muy moderno, y es natural que este libro empiece siendo leído como el libro de cuentos de un cineasta. ¿Debería el autor hacer algo, poco o mucho, para que esta supuesta y hasta correspondiente incomodidad nos abandone? El título del libro, que es a la vez el del mejor relato de los cuatro que lo componen, parece una bandera puesta ahí para flamear en el horizonte de la cultura o, si se quiere, de la industria cultural. Los cuatro relatos, sin embargo, postulan un mundo que es algo así como el mundo más típico de cierto cine argentino, o, más que argentino, de cierto cine estrictamente contemporáneo.
El libro de Martín Rejtman es muy moderno. Abundan los divorcios, las pastillas, las parejas de personajes unidos por relaciones difusas fumando en canteros y portales, los personajes que van al cine, los autos, las motos, lo asexuado, los viajes urbanos y suburbanos, los televisores, los personajes que tienen tres televisores (no los personajes que leen), las terapias, la marihuana y los autoservicios abiertos las veinticuatro horas. Las vidas que intentan ser vividas en ese limbo parecen, sin embargo, definidas. Lo representado, si es el vacío, se adivina dramático, y, si es dramático, se sugiere vacío. A esto contribuye también la decisión de fragmentar la narración con las tres omnipresentes estrellitas o asteriscos. No es una cuestión temática: los fragmentos, si bien sostienen una linealidad narrativa, aparecen separados hasta hacernos ver, en muchos pasajes del libro, planos, imágenes, escenas. Hay, a propósito, situaciones memorables que logran en los textos la eficacia que imaginaria y quizá prejuiciosamente podríamos atribuirle a esas eventuales películas: la de Lucio y Andrés entrando a una habitación en la que no hay nadie, y donde se desarrolla un remoto chat en una computadora encendida; la de Andrés y su padre, en la pileta vacía, inundados por la extrañeza del pasado o del presente.
La densidad de los personajes, lo que podría suponerse el fondo del libro, está tratada con su forma opuesta, que es la de una intransigente (y eficaz, además de saludable) falta de énfasis. Literatura y otros cuentos es justamente la cruza de esa búsqueda sórdida por los caminos de un relato aturdido por la intrascendencia y por las elipsis que, aludiendo y eludiendo, sostienen el dudoso y fragmentario universo social en el que los personajes oscilan. Mundos llanos, rutinas inexplicables, relaciones difícilmente explicables, tramas sociales, redes de gente, vagos grupos de conocidos, personajes que llegan y se van, que se acercan y se distancian sin decir nada, personajes que se escapan y siguen siendo tan desconocidos como al principio.
Los cuatro relatos están escritos a partir de una especie de principio tácito: el tiempo presente del verbo. Que en todas las páginas del libro las oraciones giren alrededor del “se despierta”, el “me pide”y el “vuelve” acentúa la sensación cinematográfica, fugaz y perceptiva, de la acción. La imagen del movimiento, en estos cuentos de Rejtman, es privilegiada: motos, autos, paisajes instantáneos y estaciones de servicio. El tiempo se disuelve, pareciera, en ese presente inmenso, por momentos asfixiante, por momentos vacío, y siempre extrañado, de la vida moderna.