viernes, diciembre 09, 2005

calle tabaré

si hubiese que necesariamente marcar una oposición entre las ciudades y los desayunos, saltaría a la vista el carácter existente de las unas y el lugar utópico de los otros. es decir, podemos empezar afirmando que el mérito mayor de las ciudades consiste en estar, en que es posible llegar a ellas, en existir. creo que nunca nos percatamos lo suficiente de esta verdad, de que atrás de nuestra vaga intuición individual, y bajo un sol siempre igual y siempre distinto, existe un lugar (que siempre es remoto) que justifica esa palabra ("montevideo", por ejemplo). entonces, las ciudades existen y se llega a ellas mediante esfuerzos, y suelen satisfacernos. en cambio, los desayunos transcurren siempre en el futuro, en bares perfectos que no existen, dando a esquinas que no existen y a través de unos ojos que quisiéramos que existan pero que casi nunca. por eso éste sera un episodio carente de desayunos.
lo anglo. uruguay tiene una extraña relacion con lo anglo. cualquiera recordará la abundancia de washingtones (que suelen ser negros, que suelen tener mucha onda) en aquel país. las chiviterías tienen nombres como "the manchester" y las verdulerías como "new york". en ningún caso estos nombres suenan forzados.
la comida. en uruguay la comida es un factor angustiante. es demasiado cara. uno ve los precios de un pollo en un restaurante, y le da la idea de un país muy quedado, en el que no hay más pobreza pero sí menos movimiento que en argentina, y acto seguido uno se imagina el pollo en un lejano campo, luego el tipo que lo mata, luego el camión que lentamente trae el pollo a la capital, luego el restaurante comprándolo, cocinándolo, y finalmente uno tiene la sensación de que está bien que ese pollo sea tan caro. ese pollo no aparece envuelto en un remolino de producción y movimiento capitalista. es un pollo que ha llegado hasta ahí, de alguna forma, abriéndose camino por las penurias económicas del prado perdido del cono sur. por eso con nora nos dedicamos a las pizzas peligrosamente recubiertas de mayonesa, buenas y baratas.
la música. estábamos en las orillas del teatro de verano, al lado del parque rodó, sobre una loma, tomando mate (dulce) y viendo el atardecer. me acordé del walkman. es siempre una aventura apretar el play, aunque uno sepa lo que venga, porque lo que viene nunca es lo que viene, y siempre es nueva la escucha, máxime si lo que suena es el principio de "durazno y convención" en semejante situación. ahí, en ese mínimo milagro, se hace presente una densidad de sentido incomparable: la ciudad hecha sueño de la palabra, y la palabra como sueño de la ciudad.
la ciudad vieja. si hay un lugar de los vistos en sudamérica como para vivir, ése es la ciudad vieja de montevideo. no puede ser. es como barcelona, pero con conaprole.
la pintura. ya en carmelo, listos para tomarnos la lancha de vuelta, en medio de una alucinación turística (un auto tras otro cruzando el puente, volviendo a la argentina), decidimos que sería bueno convertir nuestros pesos uruguayos en pesos argentinos. nora, además, con ganas de rescatar algún billete de los de cinco, que permiten una pintura muy linda de un pintor uruguayo, un tal torres garcía. con este doble objetivo busco al tipo que cambia plata, le compro los pesos argentinos que puedo, y luego le pido que me cambie unas monedas por ese billete tan especial. "... le gustó la pintura". a lo que el yorugua, el cambista yorugua, con un fajo de billetes que a duras penas le cabía en la mano, me complace y me pregunta "¿qué pintura?".

ale / montevideo - buenos aires