jueves, junio 08, 2006

Dargeliando

A principios de 2003, la marca de ropa Diesel puso un cartel gigante en lo alto de la Ronda Universitat, en el centro de Barcelona. Era una publicidad de jeans en la que jóvenes bien vestidos sostenían un estandarte y tenían cara de enojados y de estar entonando una canción de protesta. El slogan decía: “Protest at Diesel.com”. Y yo, como tantas otras veces, sentí una convencida náusea: los muy asquerosos estaban revirtiendo su fama de explotadores-en-Asia con una publicidad totalmente cínica. Además de la estupidez normal y pertinente de las pautas publicitarias, ese cartel jugaba con palabras y mundos que de ninguna manera estaban en la posibilidad moral de una marca de ropa, aún cuando la protesta no sea para mí, necesariamente, una oportunidad moral atenta.
La discusión sobre Babasónicos puede plantearse en esos mismos términos: ¿hay alguna posibilidad de ir a protestar a FM Hit? Lo importante, claro, no es la actitud de los gerentes de FM Hit, sino la de Babasónicos. Y acá las aguas se dividen: están quienes creen que la banda se vendió y fue absorbida por la industria cultural, quienes matizan la cuestión poniéndole algunos porotos a los muchachos, y yo, que he perdido toda capacidad crítica y creo que cuando una persona es muy inteligente tiene un compromiso soberano con su inteligencia y en todo lo que hace tiene esa inteligencia como piso, tanto intelectual como moral (en el sentido de lo que una inteligencia que funciona siempre define como forma de acción).
Ese debate, que al fin y al cabo es sobre la posibilidad de que en los medios se diga algo que vaya contra los medios, se reproduce con distintos ejemplos: Charly en la Mega, Sarlo en la Viva, Babasónicos en FM Hit. Con respecto a Charly en la Mega, alguna vez discutimos con amigos en un departamento sin amueblar de Caballito. Satur decía que si se junta al mejor García con Diego Torres, las canciones de Piano bar pierden sentido y eficacia. Yo decía que no, con este ejemplo: un tipo está volviendo en colectivo a su casa, escuchando la Mega / por alguna razón está conmovido y sensible / en la Mega pasan primero «Total interferencia» y después «Tratar de estar mejor» / el tipo, lejos de prestarle atención a Diego Torres, se emociona aún más de lo que estaba con «Total interferencia»… Con Sarlo en la Viva pasa lo que pasaba con Borges y sus charlas con Antonio Carrizo: personas que ya están de vuelta de todo deciden meterse en la maravilla del nuevo mundo: los medios. Claro que, como me dijo un profesor, Sarlo, entonces, debería haber ido a la Viva a hablar de Roberto Arlt y la técnica en la década del ´30, y no a tratar como pelotudo a un público que previamente se concibe como pelotudo. De todas maneras, el gran problema de pensar la cultura popular es que, justamente, cultura popular es una categoría académica y siempre hay, con ese objeto, no sólo una distancia sino también una fundamental alienación.
Volviendo a los Babasónicos, la inteligencia de Dárgelos me hacía confiar en la existencia de una misión en el grupo. Ya lo sabemos: el camino a la fama no significa nada si no hay una misión. La putita del rock nacional va y canta: “tengo que aprender a fingir más” y al rato “algunas noches soy fácil”. Y, como en Jessico, en el que decían en un cegador primer plano («La carta robada», E. A. Poe) que salir y gustar es incompatible con la vanidad (ver «No entender nada»), y como en Infame, en el que explicaban su camino (ver unas líneas más arriba), en Anoche también tenía que haber algo, una clave, algo inteligente, una crítica. Y me encontró.
Los dos primeros cortes de difusión de Anoche fueron, primero, «Carismático», y después «Yegua». Esos temas, en el disco, están enganchados. Son, de hecho, la misma canción. En «Carismático» se empieza a escuchar, de fondo, el estribillo de «Yegua». Y, sí, esa es la misión, el mensaje, la crítica dentro de la superficial complicidad: una banda de rock promociona su disco y su nombre con dos hits que, prestando un poco de atención, son el mismo. La picadora de carne de la industria cultural mostrada en su lógica más pura, que es la de la repetición. Una especie de pierremenardismo degenerado. O no: la observación aquí descripta no legaliza ni acompaña el intelectualismo anti-masivo: simplemente trata de rescatar una inteligencia única y de hacerla jugar en el complicado mundo de la comunicación.