viernes, junio 17, 2005

Total Interferencia

No escuché Influencia* pero espié la portada. Nos mira un Charly de frente a bigote, teñido de rojo, cómplice quizás. Es una mirada amenazante que ambiciona desnudez o miedo. Ya no estamos frente al glorioso fumador canchero e inquisitivo que se sienta contra el graffiti neoyorquino (ahora Absoluto) a pensar en el blanco del corazón. Ya no es todas las letras escritas a mano copulando en degradé con la realidad en las bateas y en la realidad de las estanterías, ni el Pianista Pirata. Charly nos mira, ¿torpemente?

No hay que hablar poéticamente de la poesía, pero debo decir que escucho religiosamente varios discos de Charly. Piano bar, Yendo de la cama al living, Cómo conseguir chicas y Parte de la religión son planos de mi vida, películas que recubren y acompañan momentos muy claros o muy definidos de una rutina incalculable. Charly es, ya se ha dicho y mucho, la antena máxima de esta ciudad (Buenos Aires) y su obra, en tres décadas, se fue y se sigue fundiendo milagrosamente con otras obras, pequeñas y propias, que son formas individuales de un sustrato imaginario, de una experiencia intensa.
Escuchar sus mejores discos comporta una aproximación a su jugada perfecta, la de quien se para en el medio de la escena y planta la matriz que no puede dejar de convertirse, y de convertirlo, en centro. En realidad son dos las escenas: la artística y la emocional. Charly está en todos lados: los discos que uno escucha prefiguran y construyen las ciudades en las que uno elige vivir. Esas ciudades que se viven pero que no aparecen en las tapas de los discos. Son construcciones simbólicas, musicales, imaginarias. Escuchar es escuchar solo y es escuchar con nuestros amigos conocidos y desconocidos el planteo de lo implanteable, la respuesta que se confunde con la pregunta, que genera la pregunta, y la pregunta que altera todas las respuestas. Últimamente descubrí Cómo conseguir… y Yendo… En Yendo… hay una canción, Superhéroes, que dice toda las mentiras y toda la verdad. La fantasía es innegociable y es innegociable la realidad, y en esa sanata pop se reproduce invariablemente el mundo. “Formamos parte de tu realidad”, dicen los personajes de la maqueta.
Cuando escuché Piano bar, o cuando dejé de escucharlo, el sonido, el disco, fue lentamente ocupando el que para mí es el lugar de la música en (de) Buenos Aires. Quiero decir: esa música es la música de la ciudad (de la ciudad de mi clase), ése es el sonido que fue de Gardel y después de Piazzolla. Charly es nuestro Kafka (como Gardel fue Dante y Piazzolla Shakespeare) porque es difícil pensar, colectivamente, en otros términos emocionales que los que él derramó. (Transformador).
Me pregunto si el arte es universal; evidentemente no, y me cuesta creerlo. Porque esta ciudad está plagada de él y viceversa; hay un consenso. De noche, en los huecos de los edificios, se oyen los ascensores y se escucha Charly. Por lo menos eso me pasó a mí una vez, y creo que fue suficiente. La cópula es constante y realizamos la realidad en símbolos íntimos. Circula la realidad y circula la palabra: si no fuera así, estaríamos muertos y seríamos otros.
Juzgo que la relación de Charly con la música, con el sonido, no ha cambiado. O mejor: no ha empeorado. Aún en el último tiempo, sus producciones muestran una forma única de aproximarse a las posibilidades que ofrecen una guitarra, un sintetizador, un teclado o un disco. Sin embargo, me parece que por el lado de la palabra (del discurrir de la vida) Charly se perdió. Antes, en la oscuridad de la comunicación, nos obligaba al espejo, a vernos solos o multiplicados. Entiendo que ahora (El Aguante, Influencia) se resigna a posar desde una extraña y ambigua condición de rehén, a mirarnos desde lo rojo y no de reojo, a apelar al tono de un género y a lo general de lo explícito.


* Finalmente escuché Influencia, tiempo después de escrita esta nota. Me parece que Charly avanza en su regresión pop beatlesca, cada vez más apegado a fórmulas poéticas del género. En relación al sonido sus concepciones siguen siendo, entiendo, únicas.