Fronteras, límites
Acoyte y Angel Gallardo: se impone la reflexión, ante la colisión de paradigmas estéticos y linguísticos. El margen apenas resiste la tensión inestable de las fronteras significantes. Caballito discute con Villa Crespo y ese par centrífugo se extiende en legítimas manifestaciones: el tren contra Corrientes, las mujeres hermosas contra las comunes, el burgués optimista contra la pauperización del kiosco, Rivadavia contra Corrientes, la cruz contra Yahvé, las cafeterías tradicionales contra las pizzas, el falsete futbolero contra la barra verdadera de Atlanta, territorialmente.
La lucha es incomprensible, porque ¿a quién se le ocurrió que podrían tocarse? Con el error consumado tratan de organizarse y preparan la próxima estocada, queriendo que sea la final. Desde el lejano mundo (son pocos los lugares que no presentan condiciones estéticas) les llegan noticias de otros conflictos de mente humana: Resistencia y Corrientes que se arañan y escupen proponiendo por otro lado cardos y esteros, pastizales y selvas; Rusia y Afganistán, milenaria puja del desierto y el polo. El país de la Ruta de la Seda se queja en la ONU de que con la llegada del capitalismo los moscovitas no hayan suspendido sus envíos de nieve y vientos helados. Los rusos, en especial los separatistas, niegan que en su país haya desiertos ardientes.
Otro foco a no perder de vista es el que marca la división de la provincia de Buenos Aires con la de Río Negro. Los habitantes de Viedma y Bariloche desconocen el derecho de los de La Matanza a compartir con ellos kilómetros de vida en común. El paisaje que los identifica es objeto de diversas interpretaciones, y la clave bonaerense apenas comprende el mensaje patagónico. En el mismo sentido, pero opuesto, el agua de los ríos compartidos es percibida con desconfianza por los del simbólico Sur.
Lo mismo sucede en la avenida Córdoba, entre Mario Bravo y Gallo: a unos les molesta vivir frente a Almagro, otros niegan vivir frente al barrio de la Recoleta. La fricción es a flor de piel, aunque muchos ignoran sin saberlo las pautas jurisdiccionales. El solo hecho de vivir en la zona los obliga a especificar de qué lado viven, siempre con orgullo (a veces acentuado inexplicablemente en los que se consideran de barrio). Cabe aclarar que, dentro del norte de la ciudad, estamos frente al barrio más caro y uno de los de nomenclatura más barata. La pregunta, que ya es por la rosa y por el Nilo, es si en las letras de Almagro está Almagro, y toda la Recoleta en la palabra Recoleta.
Hay quien jura que al terminar Coronel Díaz y transformarse en Mario Bravo (recordemos: la avenida Honduras a la derecha) el índice de refracción de la luz cambia y la materia se quiebra por unos pocos milímetros fugaces, dando lugar a todo tipo de interpretaciones y figuras.
La lucha es incomprensible, porque ¿a quién se le ocurrió que podrían tocarse? Con el error consumado tratan de organizarse y preparan la próxima estocada, queriendo que sea la final. Desde el lejano mundo (son pocos los lugares que no presentan condiciones estéticas) les llegan noticias de otros conflictos de mente humana: Resistencia y Corrientes que se arañan y escupen proponiendo por otro lado cardos y esteros, pastizales y selvas; Rusia y Afganistán, milenaria puja del desierto y el polo. El país de la Ruta de la Seda se queja en la ONU de que con la llegada del capitalismo los moscovitas no hayan suspendido sus envíos de nieve y vientos helados. Los rusos, en especial los separatistas, niegan que en su país haya desiertos ardientes.
Otro foco a no perder de vista es el que marca la división de la provincia de Buenos Aires con la de Río Negro. Los habitantes de Viedma y Bariloche desconocen el derecho de los de La Matanza a compartir con ellos kilómetros de vida en común. El paisaje que los identifica es objeto de diversas interpretaciones, y la clave bonaerense apenas comprende el mensaje patagónico. En el mismo sentido, pero opuesto, el agua de los ríos compartidos es percibida con desconfianza por los del simbólico Sur.
Lo mismo sucede en la avenida Córdoba, entre Mario Bravo y Gallo: a unos les molesta vivir frente a Almagro, otros niegan vivir frente al barrio de la Recoleta. La fricción es a flor de piel, aunque muchos ignoran sin saberlo las pautas jurisdiccionales. El solo hecho de vivir en la zona los obliga a especificar de qué lado viven, siempre con orgullo (a veces acentuado inexplicablemente en los que se consideran de barrio). Cabe aclarar que, dentro del norte de la ciudad, estamos frente al barrio más caro y uno de los de nomenclatura más barata. La pregunta, que ya es por la rosa y por el Nilo, es si en las letras de Almagro está Almagro, y toda la Recoleta en la palabra Recoleta.
Hay quien jura que al terminar Coronel Díaz y transformarse en Mario Bravo (recordemos: la avenida Honduras a la derecha) el índice de refracción de la luz cambia y la materia se quiebra por unos pocos milímetros fugaces, dando lugar a todo tipo de interpretaciones y figuras.