jueves, septiembre 01, 2005

Parábola piojosa (para´booo)

Mucho se habló, se dijo, se escribió y hasta se cantó sobre la futbolización del rock. De hecho, a la hora de pensar los ´90, esta extraña mezcla sirve como excelente muestra del modelo de país y de los cambios sociales que acontecieron y se gestaron acá cerca y hace ya un tiempo. O un tiempito.
Ahora que “la bengala” tiene realidad en la sociedad argentina y es tema de conversación en la mesa familiar, como si se hubiesen despertado (la bengala y la sociedad) de una tregua (efecto similar al de la aparición de una “nueva droga” en los medios de comunicación, preferentemente la revista dominical) sería interesante ver qué pasó con todo aquello.
A primera vista, llama la atención, o no, que de las bandas masivas la única que no tiene un público con energía futbolística es Babasónicos (¿los Sui Generis de la democracia liberal?). Las demás (La Renga, Los Piojos, Bersuit) nacieron, crecieron e hicieron crecer, o se dejaron llevar, con la ola hasta que el fenómeno llenó, como correspondía, River o Vélez.
Hace un tiempo tuve la suerte de ver la grabación de un recital de Charly García en la presentación de Clics modernos. Hubo dos cosas que me llamaron la atención. La primera fue ver al García de esa época tocando unas canciones que son verdaderamente absolutas, que parecen hechas por una mente atemporal (también Pubis angelical y Piano bar, todos de esa época) y no por una persona con un cuerpo. La segunda, el público: alfonsinistas y prolijas cabelleras, bigotes y camisas. Éramos tan democráticos…
Gran parte de lo que hoy se produce como rock viene con una cuota de fútbol y chabonismo que ya dista de poder ser vista como algo pasajero. Todo empezó a comprenderse en la segunda presidencia de Menem, cuando el país entraba en una zona oscura en la que hoy, a lo no tan lejos pero con la confusión que supone todo quiebre, se mezclan el debate por la flexibilización laboral, el tiempo suplementario contra Inglaterra, una asfixia económica generalizada, las casos de Poli y Guille, el baile del pimpollo, los menúes locos, y el crecimiento descomunal de los grupos empresarios y de los monopolios mediáticos.
Mientras tanto se discutía si los que estaban arriba del escenario eran iguales a los que estaban abajo. Iván Noble opinaba que eran parecidos, con la diferencia fundamental de que el que está arriba decidió subir a cantar. Los tantos se confundieron definitivamente cuando Pandolfi y Cordone (inolvidable y premonitorio festejo el de la remera de Viejas locas y signos adyacentes) empezaron a hacer coros en, si no me equivoco, Azul y Verde paisaje del infierno.
Tenemos, como postal sonora de ese país, la aparición de Maradona en su canción, en Obras, en Ritual. La dificultad del Diez para hablar, la ovación indeterminada de la masa, todo eso que construye una imagen patética y la hace fluir. Ese fragmento digitalizado debería ser la señal más cabal de lo que fueron los tardíos ´90 para nosotros.
Después pasó el tiempo y Ciro siguió cantando sus atardeceres sabios y perfectos, los fue superponiendo con la ciudad, confundió sus tristezas con las nuestras, sus buenas horas con las nuestras, y cada tanto aparecía en los estadios, y lo hacía con las camisetas que le fueron regalando, la del Pupi, la de Cambiasso y varias más que no recuerdo.
Ahora hace un tiempo que Los Piojos no tocan, y todos leímos en los suplementos la causa: más allá de los rumores, Ciro se está recuperando de una operación en las rodillas. ¿Podría haberse planeado tanta simetría?


Apéndice: paralelismos, Piojos-Beatles.
Chactuchac / Please please me
Ay ay ay / Rubber Soul-Revolver
Tercer arco / Sargent Pepper´s
Azul / Abbey Road