viernes, julio 01, 2005

Superchango

El rock es, también, las condiciones del rock. Toda gran propuesta rockera-musical es entendida al mismo tiempo como una propuesta y una muestra acerca de una forma de vida. Escuchamos a los Doors y escuchamos que vivían en L.A. en una especie de pecera de fiestas y drogas. Escuchamos a los Ramones y están en un sótano de Nueva York. Sumo es el posible sótano reggae de Buenos Aires. Calamaro es el sentir burgués de una tarde-noche y los Piojos es la vivencia del anochecer en el conurbano.
Así las cosas, ¿era posible hacer rock en la Argentina en 1996? No me refiero al rocanrol futbolero ni a un disco de los consagrados del rock nacional. Me refiero a la posibilidad de que una banda nueva saque un primer disco que, además de escucharse en la línea clásica del rock, postule una forma vital (y por supuesto genuina) del género. Un territorio tomado por Mauro Viale, por Bernasconi, por Menem, por Salas, ni siquiera parece algo contrario al paraíso, ni siquiera ayuda en ese sentido.
La respuesta afirmativa que posibilitó la pregunta es Superchango, de Superchango. Cinco muchachos en el Tren de la Costa que con catorce canciones dibujan una Buenos Aires creíble y descontrolada. Al comando van Andy Fejerman (luego Andy Chango) y Pol Medina (luego Pol Chango). Del tecladista Absatz se sabe que en ese momento enseñaba en la ORT… El flujo es canchero, beatle. La ciudad (amigos) es el paraíso (chicas) a construir entre drogas y departamentos.
Pasaron nueve años. Superchango permite fantasear una fuerza posible y también tiende al pensamiento llano: el ´96 era una mierda. De lo que se habla, entonces, es siempre de batallas ganadas.

El disco aún se vende a $3 en algunas disquerías de la zona del Obelisco y Avenida de Mayo. Una vendedora, mientras revolvía la mesa de saldos, me dijo: “Siempre tuve ganas de escuchar ese disco, porque viene cada uno a buscarlo…”.