viernes, mayo 18, 2007

Dos velas

Este blog cumple dos años de vida. Cumpleaños sin alegrías ni tristezas, simplemente es. El hecho de declararlo, sin embargo, lo devalúa. Un cumpleaños indiferente no es neutro sino negativo. ¿Para qué está este blog? Se supone que no hay definición sin historia, y la historia de este blog, sus comienzos, es muy diferente de su presente. La verdad es que escribir ya no me importa mucho. En su momento escribía bastante, tenía motivos, tenía imágenes muy densas («Operación densa») y por lo tanto muy ricas o pasibles de ser desarrolladas. Ahora ya no tengo esas imágenes. Justamente: tengo esos textos. La cuestión es que no me siento a escribir. No sé. Gano mil pesos. ¡Mil pesos! Es un montón. Antes, hasta hace un mes, ganaba seiscientos, y viví así durante años. Ahora gano mil pesos y me siento rico. (Vivo solo). Y los ricos no escriben, porque cuando escriben escriben mal. Ese es un tema.
Al mismo tiempo, ¿para qué? Ya sé, ya sé: es una pregunta equivocada. En general, cuando surgen las preguntas ya estamos jodidos. La dialéctica pregunta-respuesta no funciona. Lo mejor es que no haya preguntas. Y la verdad es que no las hay. Pero como este blog cumple dos años siento que puedo sentarme a escribir un texto como si tuviese una obra. Esa inadecuación, ese aprovechamiento, es lo que me hace abalanzar sobre un espacio vacío en el que las preguntas innecesarias acechan. Pero si lo hago es por algo: siempre envidié a esos escritores que van a reeditar algún texto y pueden sentarse en un bar o en una ciudad europea a redactar la nota que va a acompañar la reedición. Debe ser algo tan fácil, tan placentero, tan etéreo, tan “de vuelta de todo”, que los imito. Me siento a lo largo de la atalaya a mirar estos dos años mientras el viento empieza a aullar.
¿Para qué? Pregunta equivocada. Una más. ¿Para qué? Se supone que la respuesta puede ser: el placer. Perfecto. Escribir ya no me da placer. O sí, pero muy circunstancialmente. O sí, pero de una manera incompatible con el blog. Es que, en un punto, ya no es un desafío. En algún momento, tener un blog, o tener un blog digno, pudo ser un desafío. El tiempo pasa. Ya no lo es. Tengo que buscar un nuevo desafío. Ya sé. ¡Periodismo cultural! ¡Quiero papel! ¡Quiero miles de lectores! ¡Quiero, como cuando se juega al fútbol con buenos jugadores, sentir la presión de la marca y el valor del éxito! (Una tarde en el Club de Amigos fue determinante). Me quiero sentar en un bar de una avenida y pensar una nota y sentir que soy como José Hernández: que mi sueño se va a transformar en la memoria de todos.
Pensándolo bien, tampoco es un objetivo muy digno. Es, de hecho, bastante vulgar. Ego, políticas editoriales, chatura de todo tipo (esto es una excusa pero también una realidad)… Este también es un falso problema. Si no estoy en un medio, todo bien, y si estoy, todo bien. Gano mil pesos y trabajo en una biblioteca. Voy a escribir Ficciones.
¡Ya sé! ¡El lenguaje genera efectos literarios permanentemente! Pero yo quiero ser alguien. Y quiero ser alguien menos dogmático. Y es muy difícil, porque uno es quien es, y cuesta cambiar. Entonces… ¿¡entonces la escritura puede ser un camino!? Pero es un camino mucho menos fecundo que el diálogo, que la interacción, que es donde se juega la verdad.

Y más o menos eso es lo que, acerca de esto, pienso. La literatura, si es una experiencia con el lenguaje, no tiene mayor especificidad: salir a la calle es una experiencia con el lenguaje. (¿Pero a quién le importa la especificidad?).
Dijimos: explotaron las bombas, quizás hemos sobrevivido. Sólo placer. Y el placer es ser ecuatoriano y trabajar como asesor editorial en México, o ser limeño, vivir borracho en Barcelona y ser editado en Barcelona. El placer es eso. Lo demás son derivaciones. Soy argentino, blanco, en fin… Mis posibilidades son muy limitadas. Así las cosas, tengo que contentarme con decir “bueno, tengo un blog hace dos años, puedo escribir algo al respecto” para así cumplir mi sueño, en una de esas mi futuro, de reunir mi obra con una nota agregada, una nota no muy esforzada, escrita toda en un día, firmada en un día, como diciendo “Y bueno, estoy en Europa, espero que por allá estén bien, no sé”.

***

Acá estoy. Espero que estén bien. En la reedición de Historia argentina de Tusquets, que salió creo que a fines de los noventa, Fresán contaba, en su notita escrita como en un día, un montón de cosas. Que los lectores le habían señalado incoherencias cronológicas entre los cuentos del libro; que tales personajes eran un homenaje a tales otros. Y, esto no lo leí pero me lo contaron, dice algo así como “en este libro desplegué todo mi universo literario”. Lamentablemente, este blog no es un libro. Lo digo porque si fuese un libro sería muy fácil ver qué textos hay e ir haciendo comentarios del tipo “bueno, a ver…”. Lo que sí sé es que todo comenzó añorando. Un terrible día de invierno del 2004, en la bajada de Corrientes sobre Alem, mirando el mapa de la ciudad que hay en las bocas de subte, buscando dentro de ese mapa otro mapa, el del infierno, encontré el título perfecto para lo que después fue el primer texto de este blog. Y en ese acto ya hay un dato que permite descifrar algo de lo que puede significar escribir y tener un blog. Porque el título concebido era, demasiado obviamente, una variación sobre Tokio ya no nos quiere, de Ray Loriga, libro que no leí pero cuyo título conocía. Y bien: tardé meses en notar que el título inspirado en ese mapa del subte introducía sólo una mínima diferencia sobre aquel otro título. Inconciencia, ¿no? Inconciencia y variación, respecto de lo escrito por otros y por uno mismo.
Tengo ante mí, en otra ventana, la lista entera de textos publicados por este medio. «Aranguren no me quiere» conforma una trilogía con «Las ciudades» (también aclamado por la crítica) y «Pisar» (totalmente ignorado). «Microcuento del fumigador» surgió cuando, una mañana, me tocó el timbre el fumigador y, apenas despierto, tuve una percepción completa de la situación. «Bancate Tlön» surgió instantáneamente ante un comentario de Ica. «Verano triste (el discurso en la vida y el discurso en la poesía)» fue una de esas revelaciones que nos deparan los emails viejos. La «Reflexión a partir de un fragmento de “Cartas de mamá”» tiene su origen en una noche en la que decidí, en vez de leer, releer. «Tres sobre la Costa Brava» es un viaje con Javi en ese territorio salvaje poblado de franceses. La «Asociación de Axiomas Arbitrarios» es lo que su título indica. «Irak», con sus continuaciones, fue una idea que disfruté mucho. «Calamaro» fue una empresa titánica. Estuve meses escribiéndolo, obsesionado por la figura de Andrés. «Tropos» es un clásico. «Total Interferencia» es sobre Charly. «Fronteras, límites» surgió una tarde de sábado, en el 92, volviendo de Flores. «Superchango» es sobre el maravilloso grupo y disco del mismo nombre. «Anthology» es sobre los Beatles. «El comienzo de diciembre» es un sentimiento profundo, escrito en el camping de San Fernando del Valle de Catamarca. «Fonfone» es una vida que hubiese querido o podido vivir (ya no me acuerdo) en la distancia. «La medialuna perfecta» se reedita cada mañana en la panadería. «mayo2003.doc» es una crónica de cuando volví a vivir acá (aunque no habla de eso). Me acuerdo de escribirlo en mi cuarto de la casa de mi madre. La «Parábola piojosa» surgió en los tres kilómetros que recorrí, bajo la lluvia, entre Basavilbaso y un cementerio judío, perdido en el campo entrerriano. «Lo fugitivo» cuenta una de las varias experiencias metafísicas con la literatura y el anhelo. «Cada» lo escribí en el trabajo, llorando. «Catamarca, La Rioja, San Juan» son dos emails generales que cuentan un viaje. «Quijote» es una monografía y el texto de la primera vez que me senté frente a un micrófono. «La babasónica noche de Aira» es otro clásico: para mí, la forma del ensayo. «El viento» anticipó el recital de Manu Chao en All Boys. «2004» cuenta una amistad y un cumpleaños mítico. «El partido borgeano» lo escribí mientras veía el partido. Cuando terminó, me fui heroicamente a ofrecerlo a Página/12. «Realismo borgeano» es una de esas vivencias que uno un día decide narrar. «Tocar» es la crónica de una semana de ensayos y show con los Marto & Co. «Serralona» trata de unir el lugar de mi infancia con el de mi última adolescencia. «Calle Tabaré» es un viaje a Montevideo. «Crítica Rejtman» fue un atisbo de periodismo cultural. Después vienen cinco textos relativos al viaje que me regalaron los filántropos judíos, las compradoras de bijouterie españolas y el beneficioso retraso de Iberia. «Sabina en Buenos Aires» es como la imagen de un amor. «Avenida» es un delirio místico sobre Canning. Me acuerdo de cuando lo empecé a escribir, en mi primer día en Israel, mirando la tierra. «No entender nada» es sobre Borges y Babasónicos. «30» es un resto de la lisergia del 24 de marzo del 2006. «Julieta» es sobre una ilusión que ahora no puedo creer. «Relato: Babasónicos» sirvió para extender una imagen muy poderosa: la de Adrián gozando en México. Fue aclamado por la crítica. «Eleonora y Fez» surgió por unos celos. Me desperté, estuve en la cama una hora pensando, me levanté y lo escribí en otra hora. Eleonora es, claramente, la mezcla de por lo menos dos mujeres reales. «Al-Jazeera» es producto de la hermosa mezcla entre Las mil y una noches, la invasión a Irak y un mediodía en Gualeguaychú. «Páez narrador» no requiere mayores descripciones. «Tres cosas» lo escribí hace mucho, en una casa de comida rápida. «Dargeliando» y su «Apéndice» son lo que son: apologías de Adrián. Después viene un resumen de Piglia. También los hay de Bajtin, Borinsky, Poe y Sarlo. Son textos que me parecen interesantes. «Burgos» es sobre España y una chica. «“China”» es un trabajo para una materia de lingüística de la Facultad (sobre Calamaro). «Los últimos lectores» es lo que veo de piglianos y aireanos. «Los misterios de Buenos Aires» fue el día del granizo, que vi desde Corrientes y Callao (una Buenos Aires blanca, arltiana). «Tan Buenos Aires» es un querido recuerdo de la protoadolescencia. «Racing de París» es increíble, aunque pasó, y aunque quizás no se entienda muy bien. «Joanna Roberts» es el nombre de una de las tantas extranjeras que circulan por Puan. Está escrito, en gran parte, con información que saqué de internet. «Estéticas orientalistas ¿desubicadas?» es el texto de la segunda charla que di, y de la primera que di en serio. «Viaje inédito» es desde el norte argentino. «El efecto You Tube» me encanta. Otro de los aclamados. Lo escribí un viernes, antes de salir del trabajo, y cuando llegué a mi casa seguía alegre. «Historia argentina» es sobre el libro de Fresán. No es compacto sino dilatado. Lo compacto cuesta más. «Series» une dos momentos. «Bazterrica» es sobre una noche mágica, en la que vi a uno de mis ídolos menores. «Las chicas del Interior» se definió en un bar de Coronel Díaz y Soler, charlando con una barilochense. «Diario de lo impensado» es lo que es: una forma nueva, un intento. «Caminatas» es sobre mi entretenimiento preferido, y sobre Jerusalém, Montevideo y Buenos Aires, entre otras. «Pero con otro título» es de una mañana rara, en un bar de Constitución, cuando todo es raro porque no te subiste al tren al que te debías subir. En «Qué versión violenta» ya no es un tren sino una nave espacial. «Adiós a la crítica» era para la Encrucijadas, pero cambió la dirección de la revista y hasta luego. Los siguientes tres textos son sobre el último viaje largo, a Bolivia. «La cautiva» es sobre una cualidad de lo femenino. «Si yo fuera…» es sobre una posibilidad de trabajo que finalmente no acepté. Los dos textos siguientes son sobre el recital de Cerati del 10 de marzo. «Diciembre esquizo» retoma la época del tren y la nave espacial. «La imperfección» es sobre una creencia desmentida (al poco tiempo conseguí, increíblemente, La luz argentina). «Babasónicos en Harrod´s» fue una linda noche. «Lujuria cultural» fue una linda tarde. «B-ode y Evelyn» fue una linda mañana. Y «Con una pequeña ayuda de mis lectores» es una excusa para difundir la última frase.

***

Ya está. No hay más secretos. Quizás, uno más: que el nombre de este blog viene de la última canción de Piano bar. Y otro: que los links a otros blogs, a otros textos y a otros períodos están organizados según las lógicas de la dedicatoria de Los pichiciegos (“otras tierras, otras guerras”) y «Love is love» (“otra guerra, otro sol”). Ya está.
En mi último viaje, el de Bolivia, uno de los momentos cruciales fue una charla en el viaje entre Tupiza y Uyuni. Ella dijo “movimiento”. Y yo sentí “movimiento”. No siento eso acá, ahora. Lo siento o busco en otras partes. Me dedicaré a otras partes. Gano mil pesos y me faltan cuatro materias, ¡escucháme!


viernes, mayo 11, 2007

Con una pequeña ayuda de mis lectores

Cada año, la Biblioteca Abraham Weiss (en la que trabajo) organiza, a mediados de junio y en ocasión de la “Semana del Libro y la Lectura”, una muestra. Hace tres años, el tema fue Cortázar; hace dos, el Quijote; hace uno, Borges. Es decir: venimos siguiendo lo que marca el calendario cultural oficial. Este año tocaba García Márquez. Pero ni Tamara ni yo leímos extensamente a García Márquez, por lo tanto no lo conocemos, por lo tanto no nos apasiona, por lo tanto no podemos hacer una muestra sobre eso. Entonces, ¿sobre qué hacer la muestra?
El cuatrimestre pasado hice un seminario con Marcelo Burello, titulado “¿Para qué poetas?”. Ahí leí un texto de Hans Magnus Enzensberger incluido en Mediocridad y delirio (maravilloso título): «El efecto Alka-Seltzer». La idea es que la literatura no perdió su lugar en la sociedad, sino que se diversificó. Y da, como ejemplo, la música con letra.
Sobre esa idea vamos a hacer la muestra. La literatura y la música. Pensamos varias categorías: a) Poemas musicalizados b) Canciones con letras que podrían carecer de música c) Canciones inspiradas en libros… Y quizás alguna categoría más.
Para a) están los poemas de Benedetti musicalizados por Serrat, los de Lorca musicalizados por Ana Belén… Para b) tenemos «Para no olvidar», «Así estoy yo sin ti», «Intro Maradó», «Desconexión sideral»… Para c) tenemos «Dos Romeos», «Polaroid de locura ordinaria», «Acerca del niño proletario», «Aquí y ahora», «Vuelos»… Eso es lo que recuerdo aquí y ahora, en este viernes lluvioso.
Si se les ocurre alguna canción que podría incluirse en la muestra, díganmelo. Ustedes también pueden modelar las cabezas de los niños.
Les dejo, como regalo, una frase de Adrián que va a estar impresa en el máximo tamaño que se pueda. La saqué de la revista El biombo, que me pasó Ica, y es de 1998.

“A mí no me gustaba hacer nada, entonces me dije: mejor aceptar la vida que me tocó. Yo era medio poeta, así que me dediqué a escribir poesía, en vez de lamentarme por lo que no iba a ser. Ser poeta, feliz y no rendir cuentas. Y ser poeta en la actualidad es ser músico de rock”.

jueves, mayo 03, 2007

«B-ode y Evelyn»

«B-ode y Evelyn», la segunda canción de Tercer mundo, es una de las piezas de felicidad más luminosas con las que Buenos Aires se puede aparear y embellecer. ¿Definir es esterilizar, Walter?
Empecemos por el principio, por el medio y por el final: son apertura, medio y fin los momentos instrumentales en los que la leyenda se abre, infla y cierra. ¿“Leyenda”? Sí, «B-ode y Evelyn» pertenece a la serie del Páez Fabulesco, del Páez Milyunanochesco, el mejor Páez, autor de, además de «B-ode y Evelyn», «Sasha, Sissí y el círculo de baba», «Cacería», y, en términos menos orientales, menos animales y más humanos, más mediterráneos o porteños, «La verónica», «Balada de Donna Helena» y «Ámbar violeta».
La canción se abre como una leyenda: arpas griegas y latinas, piano de Caballito y el mito de Sísifo en una plaza de barrio. El sol reverbera en el pelaje de los perros [corrección porteña: son gatos], que inician una odisea de calenturas y dueños, de repentinas observaciones, de monstruos humanos. Luego la voz de Fabiana Cantilo, increíble, un milagro de interpretación y grabación, y el medio: un espacio de cuerdas que narra, infla, ilumina y no empalaga. Y Pompeya, y la luna que no vuelve a salir jamás. En este punto se impone una reflexión: las dos canciones que mejor graban Pompeya lo hacen en términos muy explícitos de luna y sol (“La Perito está desierta y la luna que se posado sobre los techos de Pompeya… La Perito sigue desierta y el sol que hace invisible a la luna de Pompeya”). Y el final, el final genial, la luna que no vuelve a salir y la instrumentación libérrima y creativa, narrativa, cool (pero cool bien, “cool afirmado”), suave y fuerte, de los días de sol. Las arpas finales, que se alejan y cierran la por eso mismo indudable estructura legendaria, no hacen más que confirmar esto que siento y luego escribo en la habitación veinte del alojamiento “El Carretero”, en la ciudad de La Paz, a tres mil seiscientos metros de altura, en la mañana del segundo día de febrero, durante el séptimo año del tercer milenio.